El espíritu de la religión y el de la libertad se combinan allí de forma muy especial; el Papa insistirá en los valores comunes.
Antonio R. Peña Izquierdo
El Papa ha ido a los Estados Unidos porque Occidente está en crisis. Está en pugna contra sí mismo. Occidente contra Occidente, como muy bien expresó Glucksmann. Un choque que ya fue anunciado por Tocqueville en el siglo XIX.
En su Democrácia en América, Tocqueville incidía en que la civilización angloamericana es producto de dos elementos que en otras partes se han hecho frecuentemente la guerra, pero que en América han llegado a incorporarse el uno en el otro y a combinarse lucidamente: me refiero al espíritu de la religión (la moral) y al espíritu de la libertad.
La sociedad americana une el espíritu de la religión con el de la libertad, mientras que la sociedad europea -heredera de la revolución francesa- está desgarrada por la oposición entre religión y libertad. En esta vieja Europa -y en Occidente en general- entran en conflicto el espíritu moderno: racionalismo y comunitarismo frente a religión y moral como partes intrínsecamente constituyentes de la persona. En otras palabras, la comunidad frente a la persona.
Por lo tanto, dos modelos de Occidente libran guerra abierta desde 1789. Un modelo basado en el sistema de democracia social roussoniana, ensayado con la Revolución Francesa. Es un modelo de gran Sociedad-Estado donde el individuo, si bien tiene unos márgenes de “libre albedrío y elección (económica, política…)”, está sometido a las directrices normativas del Estado.
En él la persona no es titular de derechos por sí misma, por el simple hecho de ser persona, sino que tiene los derechos que el Estado graciosamente le concede (Derecho Positivo). Por esta vía la persona queda subyugada por la opinión de “la mayoría” de la comunidad, que es quién dice en cada momento quién debe gobernar, y qué es lo Bueno y qué es lo Malo, qué es lo Moral y qué lo Inmoral, y cuáles deben ser los valores sociales y ciudadanos.
Y aquí llega el problema. Porque cuando por mayoría se ha decidido qué es Bueno y Moral está justificado coaccionar, obligar, constreñir, amenazar, perseguir y sacrificar a cualquier persona o grupo si se oponen o se resisten a lo que es la sociedad y el Estado han decidido democráticamente lo que es lo Bueno.
Lo que hace el Hecho Religioso, y en este caso el cristianismo, es llenar al Ser Humano de Trascendencia, darle conciencia sobre sí mismo, sobre la Realidad, sobre la Vida, y darle Valor Superior dotándole auténticas certezas, seguridades y equilibrios. Pero también el cristianismo llena al conjunto político-social.
Por eso es el mayor enemigo que tiene el “Gran Estado-Sociedad”, porque le niega el papel de único ente racionalizador y organizador de la Vida, totalizador de Ser Humano en todo su Ser: físico, intelectual, moral, espiritual. De ahí la agria agresión que ciertas camarillas autodenominadas como “discretas” despliegan contra disciplinas educativas como la Religión o el Hecho Religioso.
Benedicto XVI ha ido a los Estados Unidos a transmitir –a Occidente y al mundo– que la auténtica moral es previa al estructuralismo racionalista y, por lo tanto, la moral no se elabora o se deshace al antojo de “la razón de los tiempos”. Y va a insistir en que el armazón conceptual, ético y moral básico que da fundamento al valor esencial que todo ser humano tiene como individuo único e irrepetible es: la creencia de que todas las personas son distintas y libres y están regidas por el imperio de la moral natural que es propia e intrínseca del hecho de ser humano creado por Dios. Sobre estos principios debe levantarse la Ley y su Imperio.
Estos principios e ideas son los que permiten el desarrollo y extensión de la riqueza y del bienestar a todas las personas. Y va a decir que Occidente es una comunidad de Valores y Principios morales naturales enraizados en Dios.
Benedicto XVI insistirá en que el cristianismo ha sido y es una aportación totalmente novedosa y de tanta fuerza que ha cambiado el modo de entender al ser humano, a la sociedad, al Estado y a la humanidad en su conjunto. Proclamará que el cristianismo ha grabado en el consciente y subconsciente individual y colectivo de Occidente diversos principios que se pueden resumir en dos muy básicos:
1). Al proponer que Dios se ha hecho hombre, Dios-Hijo entra en la historia de la humanidad con lo que la persona queda ungida de un excelso valor, dignidad y trascendencia. Dios también es presentado como Padre, por lo que la relación Dios-hombre es filial y personal, y ante Él todos somos iguales. Así, el ser humano trasciende hacia su interior, hacia su entorno y fuera de su entorno, hacia las demás personas.
La persona queda erigida en un ser eminentemente moral. Posee una moral natural innata propia al hecho de ser humano completada y encauzada por la moral cristiana. La persona también es hombre y mujer, distintos pero iguales en el ser y destinados a estar unidos formando la base de la comunidad cristiana: la familia, contexto apropiado para dar nueva vida y para el desarrollo de las personas y de la sociedad.
2). Dios creó al ser humano como ser racional, moral y libre. Esto implica conciencia del Bien y del Mal, de la Verdad y la Mentira, de lo Justo y lo Injusto. Por lo tanto el ser humano tiene la capacidad para hacer unas cosas o sus contrarias. Trascendencia, moral, razón y libertad hacen que la persona sea consciente y responsable ante Dios, ante sí mismo y ante la sociedad de sus opciones, actos y de las consecuencias derivadas.
Aquí tenemos esbozados los principios que hoy constituyen la base de toda sociedad libre y democrática: moral, libertad, razón, responsabilidad e igualdad. De esta forma el ser humano establece así una relación directa entre el Estado y la persona. Relación regida por el imperio de la moral natural cristiana, que es el núcleo de los derechos intrínsecos inalienables de la persona. Y solo con personas morales, libres y responsables se puede formar una comunidad política estatal moral, libre y responsable.
Jean Monet lo dejó bien claro al explicar el proceso de unidad europea: “No coaligamos Estados, unimos personas” porque cada persona tiene sentido en sí misma y por sí misma. Por lo tanto, toda forma de Estado y Gobierno debe instituirse en el reconocimiento explicito de nuestra individualidad como personas morales creadas por Dios. Son nuestras raíces cristianas y sobre ellas debe volver a levantarse Occidente.
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16/04/2008 - Religión
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