Hasta hace unos pocos años, esta era una pregunta innecesaria: defender la vida era algo obvio y sobre entendido. Plantearse la necesidad de defender la vida era un asunto restringido casi exclusivamente al ámbito ético, para justificar la legítima defensa en caso de agresión, y para argumentar la necesaria penalización del crimen y la sanción de los criminales.
Pero hoy, la pregunta ha cobrado una inusitada relevancia, y no podemos eludirla: ¿Por qué es necesario defender la Vida? La Vida hay que protegerla y defenderla, por diversas razones:
• Porque lo esencial se ha perdido de vista, y porque lo evidente ha dejado de serlo: hemos perdido la noción de la realidad, el sentido de las proporciones y la conexión con la Verdad.
• Porque siendo la vida el valor supremo y absoluto, ha pasado a ser considerada como un valor relativo, sujeto a la variabilidad de las circunstancias y de las opiniones.
• Porque tan relativa se ha vuelto, que su titular es quien menos poder de decisión tiene sobre ella: ahora son los familiares, los consejeros, los médicos y los jueces, quienes deciden sobre la vida de otro.
• Porque “decidir sobre la vida”, ya no consiste en asumir una responsabilidad para el futuro, sino en la posibilidad de acabar con ella cuando parezca poco llevadera, de baja calidad o, simplemente, insoportable.
• Porque se han invertido los valores y se proclaman supuestos derechos que afirman la propiedad del cuerpo, pese al hecho evidente de que sobre éste no tenemos más dominio que el de la higiene y la responsabilidad de su cuidado.
• Porque tales “derechos” y autonomías egoístas sólo se pueden satisfacer con sacrificios de sangre, como en los cultos paganos que se rinden a los ídolos. Los rituales con cuya sangre se satisface al ídolo del materialismo hedonista, son cuatro:
1. Abortos, pretendidamente justificados en casos de malformación, violación o supuesto de riesgo para la madre.
2. Planteamientos eugenésicos, con base en los cuales se elimina al discapacitado, se anticipa la muerte por “compasión”, y se le ofrece ésta como salida “digna” a quienes ven reducida su “calidad de vida”.
3. Visiones ecologistas, que adosan su fórmula del “desarrollo sostenible” o sustentable, con el mito de la superpoblación.
4. La falacia de una sociedad “diversa e incluyente” que, sin embargo, discrimina y excluye de la existencia a los disminuidos, a los que padecen el síndrome de Down, a los feos, a los maltrechos, a los enfermos, y a quienes no se avienen con el sincretismo sociológico que niega la realidad y pretende que la verdad es un consenso que se construye al arbitrio de las pasiones.
Si miramos bien, en cada uno de estos casos se ha perdido de vista la dignidad esencial de la Persona y se la ha reducido a alguna de sus dimensiones, como la corporalidad.
Cuando comprendemos las razones que explican por qué es necesario defender la vida, se producen en nosotros tres efectos: lo esencial se nos hace patente; confirmamos la inviolable e irreductible dignidad de la Persona Humana; y nos planteamos las preguntas esenciales de la vida buscando las respuestas auténticas en el único lugar en el que es realmente posible encontrarlas: en la perspectiva de la Verdad.
Porque la Verdad existe y es inherente al hombre. Por ello, defender la Vida es defender la verdad de la Persona y de su Dignidad.
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