Un estudio recién publicado revela la debilidad metodológica de los 59 estudios en que se apoyó la Asociación Americana de Psicología (APA) para afirmar en 2005 que no hay diferencias entre los niños criados en uniones homosexuales y los criados por madre y padre casados. Otra investigación, realizada en la Universidad de Texas, muestra que esa hipótesis no se sostiene cuando se pregunta directamente a los hijos adultos.
Hay en los estudios sobre paternidad homosexual una tendencia recurrente a centrarse en los padres antes que en los hijos.
En 2005, la APA publicó un informe que ha servido de bandera reivindicativa al movimiento de gays y lesbianas. En él se concluía, sobre la base de 59 estudios, que “no existían pruebas científicas de que la eficacia de la paternidad estuviera relacionada con la orientación sexual de los padres”.
“Ningún estudio ha detectado que los hijos de madres lesbianas o padres homosexuales estén en desventaja en algún aspecto significativo respecto a los hijos de parejas heterosexuales. En efecto, hasta ahora los datos sugieren que el ambiente que proporcionan los hogares de madres lesbianas y padres homosexuales promueve y permite el desarrollo psicosocial de los hijos de la misma manera que los hogares de padres heterosexuales”.
Pero las conclusiones de la APA acaban de ser puestas en entredicho. Loren Marks, de la Louisiana State University, argumenta en un estudio de la revista Social Science Research que los 59 trabajos en que se apoyó la APA no aprobarían un examen serio (1).
Estudios que no estudian a los hijos
Las principales deficiencias metodológicas son las siguientes:
1. Ninguno de los 59 estudios se fijó en las consecuencias a largo plazo en los hijos respecto a la salud, la mortalidad, el riesgo de suicidio, el abuso de droga y alcohol, la delincuencia, la pobreza, la iniciación sexual precoz, los embarazos adolescentes, la tasa de divorcio...
A este tipo de consecuencias a largo plazo suelen atender los estudios sobre los efectos que tienen en los niños circunstancias de los padres como la cohabitación, el divorcio o la paternidad en solitario. En cambio, los estudios de referencia de la APA solo prestaron atención a las consecuencias a largo plazo en la “preferencia sexual” y la “identidad de género” de los niños.
2. Los casos estudiados no son una muestra representativa. En la mayoría de los estudios que maneja la APA, no llegan al centenar. Además, muchos tienen como protagonistas a lesbianas de clase alta.
De los 59 estudios, solo ocho se centran en parejas de padres homosexuales; de estos ocho estudios, solo cuatro tienen un grupo de control de parejas heterosexuales; y de estos cuatro, solo en un caso se prestó atención a las consecuencias (nunca a largo plazo) en los hijos. Para Marks, esto último es un ejemplo de “la tendencia recurrente en los estudios sobre paternidad homosexual a centrarse en los padres antes que en los hijos”.
3. Muchos estudios compararon la situación de los hijos criados por parejas homosexuales con la de los hijos criados por madres solas, no con familias intactas de madre y padre casados.
De los 59 estudios, solo 33 contemplan como grupo de contraste participantes heterosexuales. De esos 33 estudios, 13 se centran en casos de madres solas. En los 20 restantes, resulta imposible distinguir si se trata de familias intactas, parejas que cohabitan, divorciados vueltos a casar o madres solas.
Un nuevo trabajo hecho sobre una muestra más amplia detecta diferencias significativas en los criados por parejas homosexuales.
El estudio que descartó la APA
El expediente de la APA citó de pasada otro estudio sobre padres homosexuales. Es curioso que, pese a ser el más elaborado de todos los que presentó (si bien la muestra sigue siendo pequeña), sus conclusiones fueron descartadas.
En ese estudio de 1996, el investigador australiano Sotirios Sarantakos comparó el bienestar de 58 niños criados en matrimonios, 58 niños criados en uniones de hecho heterosexuales y 58 niños criados en parejas homosexuales. Sarantakos concluyó que “los niños de parejas casadas suelen sacar mejores resultados académicos y sociales que los de las parejas de hecho y las parejas homosexuales”.
Pero la APA consideró que la revista australiana donde se había publicado el estudio de Sarantakos no tenía suficiente relevancia académica, y así lo hizo constar en una nota a pie de página del informe. Además, en la bibliografía anotada del expediente, se despachó el estudio con un “no hay resumen disponible”.
A la vista de estas y otras revisiones, Marks concluye: “Ninguno de los estudios a los que hace referencia el informe de 2005 de la APA compara una muestra grande, aleatoria y representativa de madres lesbianas o padres homosexuales y sus hijos con otra muestra grande, aleatoria y representativa de matrimonios y sus hijos. Los datos disponibles, la mayoría procedentes de pequeñas muestras de preparación rápida, son insuficientes para apoyar una generalización tan firme como la que hace. Tal declaración [que no hay diferencias entre los niños criados en uniones homosexuales y los demás] no estaría respaldada por la ciencia. Para hacer una afirmación tan concluyente, hacen falta muchos más estudios con muestras más representativas y más grandes”.
Las consecuencias de crecer en un hogar homosexual
En el mismo número de la revista Social Science Research, el sociólogo estadounidense Mark Regnerus ha presentado una completa investigación que ofrece nuevas e importantes pruebas de las diferentes consecuencias que tiene en los hijos criarse en un hogar homosexual o en un hogar de madre y padre casados (lo que en el estudio se denomina “familia biológica intacta”).
El New Family Structures Study (NFSS) de la Universidad de Texas es un proyecto de investigación que analiza los datos obtenidos a partir de una encuesta realizada en 2011 a 2.988 jóvenes de 18 a 39 años, que fueron criados en distintos tipos de “estructuras familiares” (según la terminología empleada por los investigadores).
A partir de los datos de este proyecto, Regnerus muestra en su estudio cómo influyen las condiciones de la infancia en la vida adulta (2). Para eso compara a jóvenes de 18 a 39 años que han sido criados con padres o madres que han tenido en algún momento de sus vidas una relación homosexual, con otros jóvenes de la misma edad criados en otros entornos familiares (familias adoptivas, divorciados, monoparentales, “familias biológicas intactas”...).
La publicación del estudio ha provocado cierta polémica en los medios estadounidenses, sobre todo porque contradice una de las tesis más subrayadas por el movimiento homosexual: que los hijos criados por parejas homosexuales no son distintos.
Algunos han intentado restar valor a la investigación aludiendo a la ideología conservadora de Regnerus, o bien a la falta de representatividad de las muestras, ya que el estudio ha tenido en cuenta a personas que en algún momento de sus vidas han tenido una pareja del mismo sexo.
Sin embargo, esto último es lo que, a juicio de Regnerus, valida su investigación. El problema de muchos estudios sobre la homosexualidad es la selección de los participantes, que se lleva a cabo entre homosexuales activistas, sin tener en cuenta que, como han advertido otros estudios, estos no reflejan la situación real de la población gay (cfr. Aceprensa, 12-04-2012).
Regnerus quiso contar con los hijos adultos de padres que “habían tenido alguna experiencia homosexual” con el fin de replicar de una forma más verosímil las prácticas de la población. El 23% de los encuestados señaló que había pasado al menos tres años de su infancia con la pareja de su madre; en el caso de los varones, la cifra se situó en el 1,1%. Esto es congruente con la inestabilidad de las parejas del mismo sexo, señalada por otros estudios.
Otra razón a favor de los resultados es que en esta investigación el protagonismo lo tienen los hijos y no los padres, algo infrecuente en este tipo de estudios (cfr. Aceprensa 21-05-2008). Algunos sociólogos han destacado precisamente que uno de los valores de este estudio reside en que pregunta a los hijos que han vivido en estos ambientes acerca de su pasado.
De todas formas, quienes se han pronunciado ante los medios sobre el estudio de Regnerus han sido cautos al extraer consecuencias. En todo caso, estos datos indican que hay diferencias importantes –que van desde las emocionales y sexuales, a las psíquicas y económicas– entre ser criado en un hogar homosexual y tener padre y madre. Por ejemplo, los hijos de padres homosexuales presentan mayores tasas de enfermedades de transmisión sexual, consumo de drogas o tocamientos deshonestos en la infancia.
Datos científicos y razones jurídicas
En un artículo publicado por la revista
Public Discourse (15-06-2012), Matthew J. Franck advertía que el Tribunal Supremo de EE.UU. no podría pasar por alto en el futuro estudios como los de Regnerus. Sobre todo, en un momento en que los partidarios del matrimonio homosexual insisten en que no hay base racional ni científica para apoyar la familia biológica.
Cuenta Franck que, durante los últimos años, el movimiento gay se ha esmerado en presentar ante los tribunales estadounidenses estudios empíricos y estadísticas que respaldaban sus reivindicaciones. Hasta el punto de que las conclusiones favorables de algunos de ellos han pesado mucho en algunas decisiones judiciales.
Sorprende, por ejemplo, que el juez Mark Cady declarara en un fallo de 2009 la constitucionalidad del matrimonio homosexual reconociendo que “según lo establecido por la ciencia”, la orientación sexual de la pareja no es relevante en la formación del niño; de hecho, expresamente advirtió que si bien es cierto que todavía hay personas que de forma sincera creen que contar con un padre y una madre es lo deseable, esta “afirmación carece de validez empírica”.
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Notas
(1) Loren Marks, “Same-sex parenting and children’s outcomes: A closer examination of the American Psychological Aassociation’s brief on lesbian and gay parenting”, Social Science Research 41 (2012), 4, pp. 735-751.
(2) Mark Regnerus, “How different are the adult children of parents who have same-sex relationships? Findings from the New Family Structures Study”, ibid., pp. 752-770.
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