Por Steven W. Mosher
Population Research Institute
Conocí al Dr. Nathanson en una Conferencia en Washington D.C. en 1985 organizada por el Padre Marx. El Dr. Nathanson acababa de lanzar su excelente video, “El Grito Silencioso”, que muestra claramente lo que sucede dentro del útero durante un aborto. Nadie había mostrado como el bisturí del abortista alcanza al niño por nacer, el bebé retrocede y empieza a retorcerse de dolor al ser desmembrado. Todos aquellos que han visto este video nunca lo olvidarán y han sido millones. Se estrenó en un programa de Estados Unidos “Jerry Falwell en vivo”, y fue presentado también cinco veces en las grandes cadenas de televisión poco después de su lanzamiento. Incluso se ha mostrado en la Casa Blanca por el más grande defensor de la vida, el Presidente norteamericano Ronald Reagan.
Por supuesto que Nathanson sabía bien de lo que estaba hablando, ya que él personalmente, realizó alrededor de 15,000 abortos como él mismo admitía. Pero no sólo practicó los abortos, también los promocionó. Fue miembro fundador de la Liga Nacional de Acción por los Derechos del Aborto (NARAL por sus siglas en inglés). Así es que estaba al tanto de todas las mentiras que se utilizaron para legalizar el aborto en los Estados Unidos, incluyendo la ridícula afirmación que 10,000 mujeres morían cada año debido al llamado “aborto con el gancho de colgar la ropa”. “Aumentamos las cantidades con fines publicitarios”, me contó después.
En esa época, él no era un creyente. Llegó a la conclusión de que el aborto era un error del mismo modo que yo. Reflexionando en el hecho irrefutable que la vida se inicia en la concepción y que el feto, “pequeñito” en Latin, no es otra cosa que un ser humano. Por este motivo, existió desde el comienzo un vínculo natural entre él y yo.
En los años siguientes, nuestros caminos a menudo se cruzaban en las conferencias pro-vida. Estas conferencias provocaban el mismo efecto en él como en mí: un profundo respeto por quienes defienden la vida, dándole voz a los que no la tienen, sin buscar beneficios personales y al contrario, en muchos casos, a costa de grandes sacrificios personales. En 1990, el Padre Marx nos advirtió a aquellos que trabajaban con él, que no trataran de catequizar al hombre que él llamaba “Bernie”. “No está listo todavía para hablar abiertamente sobre asuntos de fe”, dijo el Padre. Después descubrimos que el mismo Padre ya estaba instruyendo a su amigo Bernie en la fe, y poco a poco lo llevaba al entendimiento de las bellas verdades que le enseñaba. Fue un proceso largo, ya que el Dr. Nathanson era un judío no practicante y en principio no veía a la Iglesia Católica como un hogar para alguien con su pasado.
Luego vino la Conferencia Mundial de 1994 organizada por el Padre Marx en Irvine, California, Estados Unidos. Ya para ese momento sabíamos que el Dr. Nathanson se alejaba del ateísmo de sus primeros años. Después de todo, el discurso programado se titulaba “Reflexiones de un ex-abortista y un ex-ateo”. Pero no teníamos idea que durante el discurso lanzaría una “bomba”. Anunció públicamente que había decidido convertirse al catolicismo y la audiencia de aproximadamente 1,000 personas estalló en aplausos. Por supuesto que el Padre Marx lo sabía todo desde el principio.
El Dr. Nathanson fue instruido formalmente en la fe en la Arquidiócesis de Nueva York donde vivía y practicaba la medicina. Fue bautizado, confirmado y recibió la Primera Comunión en Diciembre de 1996, en la misa celebrada por el difunto Cardenal John J. O’Connor en la Catedral de San Patricio. Me encontraba en un viaje misionero pro-vida en el extranjero, pero el Padre Marx, su querido amigo y consejero espiritual, viajó a Nueva York para estar en el altar con el Cardenal aquel gran día.
Años más tarde, el buen doctor logró obtener un grado avanzado en bioética, con el fin de argumentar mejor contra aquellos que le quitan todo valor a la vida humana de otras formas, me contó. Continuó hablando en contra del aborto, pero ahora también se pronunciaba en contra de la eutanasia, la investigación con las células madre y la fertilización in vitro. Su itinerario académico lo llevó a manejar lo último de la ciencia, donde se estaban llevando a cabo experimentos que compiten con aquellos de la novela “Brave New World” (Un Mundo Feliz), o los experimentos nazis.
Recuerdo una conversación escalofriante que tuvimos, por el año 2002. Me dijo que los investigadores, que utilizan fondos privados, habían logrado desarrollar fetos en tubos de ensayos hasta de 14 semanas. “Y que sucede entonces” le pregunté. “Todos mueren”, me respondió, “pero solo es cuestión de tiempo hasta que los investigadores perfeccionen sus técnicas y sean capaces de llevar a término los bebés”.
La última vez que lo vi debe haber sido en Auckland, Nueva Zelanda, en una conferencia celebrada por “Family Life International”. Estaba muy anciano, y tenía un pie enyesado debido a un percance médico. Sin embargo sufrió las 14 horas de vuelo para asistir a esa cita. Su decisión de luchar contra la maldad del aborto era tenaz y constante.
El Dr. Nathanson estaba terriblemente conciente de todas las vidas que él había extinguido. No podía ser de otra manera puesto que era una constante característica de sus discursos. Como lo hizo apenas se convirtió a la causa de la vida, siguió confesando públicamente sus grandes pecados hasta el final de su vida. Era, para él, una especie de expiación. Y lo hizo así durante los 25 largos años.
Aquellos que confiamos en la misericordia de Dios, comprendemos que cada Santo tiene un pasado y cada pecador tiene un futuro. Y estoy seguro que el futuro del Dr. Nathanson es con su Padre en el Cielo donde él se regocijará en la compañía de aquellos pequeños, en cuyo nombre trabajó tanto tiempo y muy arduamente, una vez que descubrió la verdad.
Steven W. Mosher es el Presidente de Population Research Institute.
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