El suspendido juez Ferrín Calamita: «El ser católico inhabilita para ser juez de Familia».
Eusebio Nuño Romero/ReL
- El juez Calamita, condenado a más de dos años de suspensión por "retardo malicioso".
- "Nunca he antepuesto mis creencias a mi deber a la hora de dictar una sentencia"
—¿Cuántos años de pena le quedan? ¿Tiene intenciones de reincorporarse a la carrera judicial?
—Hoy, día 19 de febrero, cumplo tres años de pena. Me quedan siete, puesto que el tribunal supremo (así, con minúscula) me condenó a diez años de inhabilitación para ser juez. Y todo por tratar de indagar los efectos en una menor de tener dos “mamás”. Pero en febrero de 2018 no me podré reincorporar, puesto que requisito para ello es carecer de antecedentes penales, y la anotación que yo tengo en el Registro Central de Penados caduca a los tres años. Es decir, en febrero de 2021 podría solicitar mi reingreso al servicio activo.
La verdad es que si no renuncio a la carrera judicial es por mi mujer y mis siete hijos. No puedo tirar por la borda seis años de trabajo (los jueces nos jubilamos a los setenta años), y, por tanto, de cotización a la Seguridad Social.
—Lleva una larga trayectoria en la carrera judicial. ¿Por qué quiso ser juez?
—Este año 2011 cumpliría 25 años en la carrera judicial. Entré con toda la ilusión del mundo, dispuesto a servir, a ver personas con problemas (no papeles), e intentar resolverlos de la mejor manera posible; especialmente en el Juzgado de Familia, en donde se tocan verdaderos dramas humanos, en los que los verdaderos perjudicados son los niños.
Yo siempre, desde joven, quise estudiar Derecho y ser juez. Jamás se me ocurrió pensar que en la justicia había cloacas, y que jueces, abogados, fiscales, me iban a llamar por teléfono exigiéndome que me fuera del Juzgado; dinero, a cambio de retirar la querella; que mandara un escrito a un fax y archivarían el caso, etc.
—¿Se esperaba usted lo qué le ha ocurrido? ¿Cree que ha sufrido un castigo por ser católico y cumplir como juez justo?
—A uno el “edificio”, todos los esquemas mentales, se le derrumban. ¿Cómo puede ser posible que me ocurra esto, con la Constitución que tenemos, en la que se dice que un juez es inamovible e independiente? Para esas personas, el ser católico inhabilita para ser juez de Familia. Increíble. Habrá que colocar al frente de tales Juzgados a robots, que no piensen. Al fin y al cabo, como para pedir el divorcio sólo hace falta que hayan transcurrido tres meses desde la celebración del divorcio, un ordenador puede perfectamente calcular el tiempo y “soltar” por la impresora la sentencia de divorcio. Y como hoy también hay tablas de cuantificación de las pensiones alimenticias para los hijos y compensatoria para la mujer (que es el principal caballo de batalla de los pleitos matrimoniales), nada obsta a sustituir como digo a los jueces de familia por robots o por buenos ordenadores: se introducen en el PC los datos relativos al número de hijos e ingresos de los progenitores, y el sistema calcula la pensión. Vendría muy bien, para ahorrar.
Yo tengo claro quién ha antepuesto sus ideas y/o se ha dejado presionar. Yo desde luego no he antepuesto mis creencias, y la prueba es que he dictado miles de sentencias de divorcio, aunque personalmente esté en contra del mismo. Acertaron en lo de católico porque estadísticamente la mayoría de los españoles lo somos, aunque si fuese verdad en la proporción que dicen las estadísticas, y fuésemos coherentes, “otro gallo nos cantaría”.
—Usted ha intentado defenderse judicialmente ¿podría detallarnos como ha sido el proceso?
—Dentro de unos días presentaré la demanda ante el Tribunal Europeo de Estrasburgo…y a esperar.
Todas las acciones legales emprendidas han fracasado. Ni siquiera se han admitido a trámite las querellas presentadas, salvo la dirigida contra el Gabinete Psicosocial del Juzgado (se admitió, se practicaron diligencias, y se ha archivado). No merece la pena, por lo visto, investigar si es cierto que el juez instructor del caso, Abadía Vicente, me mandó dos intermediarios amigos comunes para ofrecerme la posibilidad de librarme del banquillo y de una sentencia condenatoria si mandaba un fax comprometiéndome a marcharme de Murcia. Tampoco si J.L. Mazón me exigió a través de López Bernal y de Antonio Rentero 10.000 euros y que me fuera de Murcia para retirar la querella, a lo que el Fiscal Superior pondría el “visto”. No merece tampoco la pena que el Consejo General del Poder Judicial investigue la conducta de Juan Martínez Moya, el que concurriendo causa de abstención (por haberme incoado expediente por el mismo objeto, y que luego resulta que preside la Sala encargada de enjuiciarme), no lo hace (lo que es falta muy grave, por la que verbigracia expulsaron de la carrera judicial a una jueza de Marbella).
—¿Qué opina sobre el estado de la Justicia?
—En fin. Es una pena cómo está la justicia. Sólo he tenido un juicio, por jueces parciales. El tribunal supremo no me motiva las razones de la agravación de la condena, (uno de ellos “off the record” reconoció mi inocencia), y el tribunal constitucional no me admite a trámite el recurso de amparo “por falta de relevancia constitucional”, sin decirme tampoco las razones…
Es como si a un policía le echan del Cuerpo por investigar un delito, sin darle explicaciones. Está cumpliendo su deber…
—¿Ha tenido alguna respuesta de otros jueces ante lo ocurrido con Usted, o se ha sentido desprotegido?
—Un “hándicap” que he tenido: no pertenecer a ninguna asociación profesional. Pertenecí hace tiempo a la APM, pero a raíz del “acuerdo” al que llegó con Aznar (el cual en su programa propugnaba la vuelta al sistema de elección de los vocales del CGPJ anterior a 1985), me dí de baja. Un “compañero” afiliado a ella (miembro de ese tribunal supremo) me dijo que si me volvía a dar de alta “me protegerían”. No sé por qué me vino a la memoria la película “El padrino”.
—A propósito de lo que le ha ocurrido, ¿cree que es una anécdota desgraciada o es la tónica habitual en España?
—Lo dicho: qué pena de país. Lo dijo Alfonso Guerra hace 30 años: “a España no la va a reconocer ni la madre que la parió” y “el que se mueva no sale en la foto”. Yo, parece ser que me moví… Y me seguiré moviendo y luchando por mis derechos.
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