Sócrates y la Mentira
Por César Vidal Manzanares
Historiador - Periodista
esRadio
Cuenta la historia que el año 360 antes de Cristo, el filósofo griego Platón concluyó un diálogo que recibió el nombre de Fedón. La obra pretendía describir el encuentro entre dos personajes llamados Fedón y Equéclates, uno de los cuales había sido testigo de las últimas horas del filósofo Sócrates.
Partiendo de ese encuentro, Platón describía las ideas de Sócrates acerca del alma y de la supervivencia después de la muerte; pero también, como es costumbre en sus obras, se detenía en otros temas. Así, en un momento del diálogo, Sócrates llevaba a cabo una afirmación de enorme trascendencia, que aparecía formulada de la manera siguiente: «Las palabras falsas no sólo son malas en sí mismas, sino que además infectan el alma con el mal».
La afirmación de Sócrates sigue resonando de manera rotunda en nuestras conciencias, a más de dos milenios de distancia. Porque lo peligroso de la mentira no es sólo que falte a la verdad, que la deforme o que nos distancie de ella: lo peor es que, en no pocos casos, tiene una suciedad, una vileza, una corrupción morales, que acaban contaminando el alma de aquellos que la aceptan o la consienten. La mentira, como señaló el viejo Sócrates, tiene un efecto enormemente corruptor sobre el individuo y sobre la sociedad.
Cuando se acepta esa mentira sin reaccionar, nos ponemos en el camino de vernos envenenados por ella y, al final, no distinguir la calificación moral de cualquier acción… Porque la mentira es una enfermedad que, si no es curada, acaba contaminando a toda la sociedad”.
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La Dictadura de las Mayorías Consensuadas
«El hecho de que millones de personas compartan los mismos vicios no convierte esos vicios en virtudes; el hecho de que compartan muchos errores no convierte éstos en verdades; y el hecho de que millones de personas padezcan las mismas formas de patología mental no hace de estas personas gente equilibrada».
Erich From
Psicólogo
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Fe, Verdad, Cultura y
Dignidad Humana
«Nunca es anacrónica la confianza en buscar la verdad y en encontrarla. Es justamente ella la que mantiene al hombre en su dignidad, rompe los particularismos y unifica a los hombres, más allá de los límites culturales, por su dignidad común».
Joseph Ratzinger
Teólogo
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Persona y Trabajo
«El trabajo reviste una importancia primaria para la realización del hombre y el desarrollo de la sociedad, y por eso es preciso que se organice y desarrolle siempre en el pleno respeto de la dignidad humana y al servicio del bien común. Al mismo tiempo, es indispensable que el hombre no se deje dominar por el trabajo, que no lo idolatre, pretendiendo encontrar en él el sentido último y definitivo de la vida».
Benedicto XVI
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